La cultura en la central nuclear juragua

El intento de construir la central nuclear Juraguá, durante los años 80 y 90, no solo representó un ambicioso proyecto ingenieril, sino que también generó una dinámica social y cultural significativa en la región. La llegada de miles de trabajadores y técnicos, tanto cubanos como soviéticos, transformó la vida en las comunidades cercanas, incluyendo la creación de una infraestructura social y cultural para atender a esta nueva población.

Infraestructura, instructores y casas de cultura

A pocos metros del edificio de la empresa inversionista, llamado la H, se construyó un gran teatro. En él radicó, durante varios años, parte de la brigada de instructores de arte José Martí. Fundada en 1961 por iniciativa de Fidel Castro, tenía como objetivo llevar la cultura a todos los rincones del país, y la construcción de un proyecto de la magnitud de la central nuclear representó un escenario importante para su labor. Los instructores de arte desempeñaron un papel crucial en la dinamización de la vida cultural de los trabajadores y sus familias.

Este espacio, que contaba con todas las condiciones, sirvió como centro para diversas manifestaciones culturales. Se organizaban obras de teatro, conciertos musicales, proyecciones de cine, festivales artísticos de aficionados y otras actividades recreativas que enriquecían la vida social de la comunidad. Estas actividades no solo ofrecían entretenimiento, sino que también fomentaban la integración entre los recién llegados y los residentes locales, creando un sentido de pertenencia y comunidad.

Otras instalaciones se construyeron para el fomento y el disfrute de la cultura. Un anfiteatro en la Ciudad Nuclear y uno en La Loma. Salas de video en estas dos localidades, además de en El Castillo y en la base de campismo Jagua. Casas de cultura que desarrollaron una encomiable labor, sobre todo con la población infantil y adolescente.

La literatura vino de Placetas

La instalación de una moderna imprenta en 1986, permitió que salieran a la luz algunas publicaciones que mostraban el talento literario en ciernes que se había asentado en la localidad. El boletín sindical El Reactor incluía en sus páginas no solo noticias, opiniones y artículos técnicos, sino también poesía, narrativa, cuentos de humor y caricaturas, cuyos autores eran los propios trabajadores.

Entre los que escribían destacó Rogelio Riverón. Graduado de Lengua y Literatura Rusa, trabajaba como traductor mientras iniciaba su carrera literaria. Ya en 1988, obtuvo el Premio Nacional de Talleres Literarios y en 1990, ganó el Premio Luis Rogelio Nogueras en el género de cuento por su libro "Los equivocados". Aún conservo un ejemplar autografiado que me obsequió en la presentación que hizo en la casa de la cultura de la Ciudad Nuclear.

Después de detenidos los trabajos de construcción, Rogelio se marchó y desarrolló una impresionante trayectoria con numerosas publicaciones, premios y distinciones, en Cuba y el extranjero. Además de ocupar importantes cargos en el sector de la cultura.

Rogelio había nacido en Placetas. De esa ciudad del centro de la isla también procedía su primo Saturnino Rodríguez Riverón, quien fue un gran colaborador del boletín El Reactor en el que publicó numerosos escritos y llegó a ser su director.

Saturnino también se marchó una vez paralizada la obra y comenzó a trabajar como periodista en la emisora Radio Reloj en La Habana. Continuó con su desarrollo literario, obteniendo premios y menciones en diversos concursos nacionales e internacionales.



Música en los albergues

Se recuerdan varios aficionados a la música de esos años que, con sus voces y guitarra en mano, animaban las peñas organizadas principalmente en los albergues. Incluso llegaron a formarse grupos que ponían a gozar a la gente en los chequeos de emulación.

Importantes artistas del momento se presentaron en la obra y los asentamientos urbanos de la zona. Se recuerdan conciertos de Xiomara Laugart, Edesio Alejandro, y el histórico de Silvio Rodríguez.

La Central aportó al que fuera representante por muchos años de “Guzmán y su Poder Latino”, Pocholo. Eran frecuentes las presentaciones de la orquesta villaclareña en las fiestas populares de la Ciudad y El Castillo de Jagua.

El cine en la central nuclear Juraguá

El cine, crisol que integra todas las manifestaciones artísticas, no podía faltar entre las opciones culturales para las personas que trabajaban en la obra y sus familias. Semanalmente, se proyectaban películas en los anfiteatros de la Ciudad Nuclear y el Castillo.

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En ocasiones la asistencia a las actividades culturales era baja. Esta caricatura, publicada en El Reactor de junio de 1987, ilustraba un artículo sobre el tema.

Con la llegada de las VHS el cine se mudó a las salas de vídeo. Se realizaban varias funciones al día con una cartelera variada de las últimas películas pirateadas. Las pequeñas salas se convirtieron en una ventanita al mundo a la que se asomaban asiduamente los espectadores. En Cuba demoró mucho la generalización de estos equipos en los hogares.

Las salas de vídeo constituyeron el principal entretenimiento incluso para los trabajadores que, entre los años 1988 y 1991, estuvieron en cursos de entrenamiento en la Unión Soviética. En Rovno, los cubanos asistían con frecuencia a la tanda erótica, en el horario de las once de la noche.

La central nuclear Juraguá en el cine

Las centrales nucleares, con su inmenso poder y los riesgos asociados, han sido un tema recurrente y fascinante en el cine mundial. Han servido como telón de fondo para thrillers de suspense, dramas sociales, películas de ciencia ficción, series y documentales impactantes.

Cuando se inició la construcción de Juraguá, ya se habían realizado dos de las películas que se convirtieron en clásicos del tema. The China Syndrome (1979) de James Bridges y Silkwood (1983) de Mike Nichols. Tanto The China Syndrome como Silkwood abordaban los riesgos inherentes a las centrales y las radiaciones nucleares, asociados a la negligencia corporativa y la politización.

Al quedar trunca la construcción de Juraguá, parecía que nunca iba a tener su película, pero no fue así. En Breton era un bebé (2011) de Arturo Soto y La obra del siglo (2016) de Carlos Machado Quintela, ambos realizadores cubanos exploran las transformaciones sociales y personales que se dieron en ese contexto particular para contar historias humanas llenas de nostalgia. Utilizan el telón de fondo de la central que, aunque no esté en funcionamiento, se convierte en un símbolo poderoso de las aspiraciones fallidas y de la persistencia de la memoria.

El hecho de que cineastas cubanos hayan dedicado películas a la historia de la central nuclear Juraguá subraya la carga simbólica y emocional que este proyecto tuvo para la sociedad cubana. Estas películas no solo documentan un período histórico específico, sino que también ofrecen diferentes perspectivas sobre las esperanzas, los desafíos y las consecuencias de un sueño que no se materializó.

Después de la cancelación

Aunque el avance de la obra no se detuvo del todo después del discurso que dio Fidel Castro allí, el 2 de septiembre de 1992, lo cierto es que disminuyó notablemente el ritmo. Comenzaron a marcharse las personas y a escasear los recursos. Pero se recuerda la labor que continuó haciendo la casa de la cultura de la Ciudad Nuclear, con su trabajo para los niños, actividades en el bulevar, peñas y otras acciones.

Interesante fue la labor del Cine Club Charlot, que se reunía semanalmente para ver y debatir un filme. Ya para la fecha se contaba con las memorias flash y los proyectores digitales. La introducción de las películas estaba a cargo del escritor y narrador Marcial Gala, quien más tarde se radicó en Argentina.

Como colofón de los últimos tiempos está la creación del grupo Teatro de la Fortaleza, el primero de diciembre de 2003. Dirigido por Atilio Caballero, surgió con la premisa de ser un grupo de teatro profesional que iba a realizar espectáculos a partir de las problemáticas de los habitantes de la CEN. Actualmente, se ha convertido en un importante proyecto cultural comunitario.

Para terminar 

Aunque el proyecto de la central nuclear Juraguá no se completó, el impulso cultural que generó durante sus años de construcción dejó una huella en la memoria de quienes vivieron en la zona. La creación de espacios culturales y la promoción de actividades artísticas contribuyeron a un período de intensa vida social y cultural en la región.

Estas notas han sido elaboradas a partir de la memoria del autor y la consulta de escasas publicaciones. Si crees que algo debe ser cambiado, ampliado o agregado, escríbelo en los comentarios. Gracias.


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