The damaged unit 4 reactor and shelter at Chernobyl (02710156)

Recordando el accidente de Chernóbil, que ocurrió un 26 de abril; hemos reproducido en nuestro blog una publicación que hizo, en su muro de Facebook, Jose L. Rumbaut en noviembre de 2019, a raíz de la serie de Netflix. Es un escrito que vale la pena volver a leer y, de esta manera, no se queda perdido en las redes.

A propósito de la serie Chernobyl, HBO, aquí va una opinión q les debía.  Se acepta todo tipo de opiniones. 

CHERNOBIL, JURAGUA Y LOS SUEÑOS ROTOS.

Por José Luis Rumbaut López

Creo recordar que fue el 29 de abril, día después del cumpleaños de mi papá, cuando leí la nota del Gobierno de la Unión Soviético donde escuetamente anunciaba un accidente en una Central Electronuclear.  Era muy pequeña la nota y yo salí a buscar ampliación de aquel lead que me dejó preocupado.  El tercer teletipo del periódico 5 de septiembre recibía los reportes de la Agencia TASS, el cuarto de AP.  TASS no decía mucho mas, pero AP mencionaba una central Sueca que había percibido alteración en la radiación ambiental de su central y los isótopos parecían ser los enriquecidos por los soviéticos.  Entonces mi preocupación paso a sonar muchas y variadas alarmas.

Para un técnico especialista en Control Radiológico del Medio Ambiente, por escasa experiencia que tuviera, los pocos datos que mencionaba el despacho de Asociated Press eran suficientes para saber que el accidente era de magnitudes mayores a las mencionadas en TASS y reproducidas en Granma; y que los responsables escondían algo.  Me equivoqué:  no escondían “algo”; lo escondían casi todo.

En el Laboratorio de Control Radiológico nos reunimos los cuatro técnicos nucleares,  los dos radioquímicos, el meteorólogo y el asesor Slava, un miembro prominente de la Academia de Ciencias de la URSS y directivo importante del Instituto Kurchatov*.  Todo eso lo sabíamos por los demás,  nosotros teníamos la certeza de que aquel hombre era un genio de la energía nuclear , tanto fue asi que dos días después desaparecio y nos enteramos, tres meses mas tarde que lo habían llamado para formar parte de la comisión central que trato de palear la catástrofe.  Trajo consigo una pequeña agenda de papel y me pidió meterla en mi Espectrometro.  Cesio 131 y Uranio 232, sus trazas estaban allí, aunque la intensidad de la radiación era menor que la normal en la zona.  “ Como pudo sacar esa agenda del lugar del siniestro?”  le pregunte.  “ estuvo a solo 400 km de Chernobil nunca en el lugar.  No tuve que preguntarle nada mas sobre el accidente.

El grupo que se juntó  en el salón de reuniones con un mapa sobre la mesa, analizó con un pragmatismo asombroso , visto a 33 años de aquel hecho, y con una profesionalidad que me enorgullece.  Teníamos el mejor equipo para enfrentar un accidente, incluido aquella “ Avería Máxima en Proyecto”, donde se interrumpía el suministro de agua al reactor, único motivo por el cual se podría ocasionar un escape radioactivo nocivo para el entorno.  Mi jefe, el ingeniero Juan Pérez Padrón fue capaz de establecer en aquel recinto  el impacto de las radiaciones fuera de control y con los datos de vientos y lluvias que pudimos recolectar, nuestro meteorólogo dijo sin equivocarse que la detección de la central sueca comprometía la información dada por los Soviéticos.  Llegamos a la conclusión que el reactor aun estaba incontrolado.

No teníamos mucho conocimiento sobre el tipo de reactor con núcleo de grafito que tenia la unidad 3 de Chernóbil. Pero sabíamos por que nuestro país escogió un modelo tipo VVER, o agua a presión, con una cúpula que tenía el objetivo de contener un agresión del exterior o una explosión desde dentro.  ¿Una explosión en el Reactor? Preguntamos a Slava quien estaba serio mirandonos y sacando cuentas con su pequeña calculadora científica.  “Puede ser, en esta tecnología hay mucho que aprender”, dijo.  Para mi fue suficiente.  Seguimos por meses hablando y analizando.  Un grupo de técnicos nuestros formó un grupo de trabajo donde se discutió, a puertas cerradas, por meses esta situación.  Slava e Igor Kolsti,  nuestras contrapartes soviéticas en el Laboratorio, en una reunión técnica posterior solo dijeron que nuestro proyecto no era afectado por lo sucedido en Chernóbil, pero que el SAP PT, o sistema automatizado de dirección de nuestra planta seguro sufriría un atraso en su llegada porque la directiva de Atomoenergoexport (la empresa que nos suministraba) había decidido revisarlo.

Chernóbil nos cambio a todos la vida.  Nos dio una perspectiva que nos acompañó mucho tiempo.  Mis compañeros siguieron en Juraguá hasta que la parada del proyecto los diseminó por todo el mundo.  Yo empecé el 1 de septiembre de 1987 en la Universidad de la Habana a estudiar periodismo.  Allí trate de aclarar las cosas, de defender nuestra propuesta de solución al programa energético del país, a compartir con mis colegas sobre un factor que dividió la era nuclear pacifica en dos.

CHERNÓBIL, LA SERIE.

Acabo de ver la serie de HBO sobre el accidente de Chernóbil.  No pude parar de verla hasta el final.  Confieso que no pude dormir bien.  No porque no sabía qué sucedió.  No por la crudeza, el realismo y la veracidad con que está narrada la afectación del cuerpo humano por la radiación.  No dormí porque revivió aquellas horas, días, semanas en que nuestros compañeros de la esfera nuclear no pararon de analizar lo que sabíamos y comparar nuestra expectativa sobre la posibilidad de sufrir una hecatombe como aquella.

Como parte del grupo que estaba encargado del Informe de Seguridad, estoy seguro de que fue establecido un protocolo de contención y un programa de evacuación segura ante un accidente.  No concebíamos ese accidente como algo probable, solo como la posibilidad tecnológica de un suceso sobre el cual debíamos actuar en favor de la preservación de las vidas humanas de las poblaciones de los alrededores:  La Ciudad Nuclear, el poblado de Juragua, Las 500, el Castillo del Jagua, El Perché…. Propiciamos una vía, un procedimiento que garantizaba lo que de nosotros se esperaba.  Todos tenían una misión, un lugar, un papel, la vida humana era el objetivo.  Nunca (estoy convencido de eso) lo sucedido en Chernóbil hubiera podido pasar en Juraguá.  Éramos otras personas, otro nivel de responsabilidad, tal vez otra idiosincrasia.  Pero estoy seguro, si hubiera habido un accidente, nadie hubiera puesto sus ojos en el peligro. Cada quien sabía qué hacer.

La serie es como debiera ser:  cruda, realista.  Necesaria diría yo.  No hay en ella ningún indicio que nos desvíe del razonamiento real:  la tecnología es imprescindible en el desarrollo, y violenta cuando se sale de nuestro control.  Somos seres humanos, no podemos descartar jamás la vulnerabilidad que representa pasar del conocimiento a la acción.  Podemos equivocarnos, y por si nuestras más raras pasiones nos lo hacen olvidar, allí esta Chernóbil, la serie.  Es suficiente para que respetemos la tecnología, para que asumamos la responsabilidad.   La responsabilidad que parece ser el único elemento que no aparece en los muchos y bien logrados personajes de esta serie.

JURAGUA, LOS SUEÑOS ROTOS.

Entre los que formaron parte del inmenso grupo que tuvieron la suerte de armar el programa nuclear cubano, son pocos los que se alegran de su paralización.  A raíz de la Serie sobre Chernóbil,  mucho se ha escrito sobre el tema, con extensas explicaciones técnicas que no son objetivo en este escrito.  Todo indica que Juraguá fue un proyecto técnica y tecnológicamente superior al de Chernóbil, y la preparación de su personal estaba por encima de los estándares internacionales reconocidos por la OIEA (Organización Internacional de la Energía Atómica).

Sin embargo lo que si coincidimos en muchos casos es en la frustración por haberse hecho añicos un proyecto que reunió una enorme cantidad de jóvenes que por muchos años se prepararon en centros de formación nacionales y extranjeros y luego continuaron un proceso de capacitación y certificación con el objetivo de operar de forma segura la planta electronuclear del centro del país.

No era el único centro que usaba de manera pacifica el átomo.  Varias instituciones de todo el país llevaron las técnicas nucleares a ramas de la economía, a la conservación de alimentos, producción de isótopos marcadores para la salud, etc.   La diversificación del uso del átomo mereció tener una Secretaria Ejecutiva a nivel ministerial y todo indicaba en los años 80 que la presencia de la esfera nuclear en la vida cubana tenía un sólido respaldo y un futuro seguro.

No fue así.  La situación del quiebre del campo socialista, la paralización de los envíos de suministros para la culminación del bloque 1 de la central y la situación interna del país, entrando en una severa crisis, hicieron imposible continuar aquellos sueños.  A los miles de subempleados por esta crisis se sumaron los muy capacitados jóvenes del mundo nuclear.  Sus conocimientos y preparación posibilitaron que muchos de ellos se reubicaran en otras áreas de las ciencias y la economía, y tuvieran éxito.  Otros partieron a diversos países y forjaron sus propias historias.  La cúpula del reactor, levantada a más de 40 metros sobre el nivel del mar, comenzó a ser un símbolo de lo que no fue, de lo que pudo ser, de los sueños rotos de una generación que se empeñó en hacer de Juraguá un símbolo del desarrollo del país.

Otros capítulos nos vincularon a Chernóbil.  Miles de niños afectados por las radiaciones tuvieron tratamiento en instalaciones cubanas cuando la crisis nos mantenía con el cinturón más que apretado.  No fue un episodio de continuidad con la situación de la esfera nuclear, sino un importante y desinteresado programa que ayudó a los niños y sus familiares y por los cuales, no se por que razón, ahora estamos reclamando un protagonismo que nunca antes nos interesó.  Nadie niega en la Serie sobre Chernóbil de HBO ni en la vida diaria las razones ni el excelente trabajo desplegado por Cuba en este caso, no es posible vincular ambas cosas, por mucho que esta historia de los niños, aun esté por contar.  Es un grito innecesario, cuando lo que tendríamos que hacer en todo caso, es producir nuestros propios materiales donde exaltemos la labor de tantas personas que intervinieron en este programa.

A tantos años del accidente, las imágenes de un Pripiat donde las pocas personas parecen zombies entre las ruinas de edificios emblemáticos de una era, son como un recordatorio de hasta donde se puede llegar cuando se combina la irresponsabilidad y el desatino.  Nada es más importante que la vida humana, y cualquier cosa que la ponga en riesgo debe ser atendida como lo que es:  un reto.

Veracruz, 18 de noviembre de 2019

*lo recuerdo de memoria, podría ser otra institución.