Nota: Este artículo se escribió antes del apagón generalizado que sufrió España el 28 de abril, suceso que suscitó nuevos cuestionamientos sobre la necesidad o no de las centrales nucleares. Dado que aún no hay conclusiones sobre las causas del apagón, esperaremos para publicar un nuevo escrito sobre el tema.
En marzo de 1996, me encontraba en Madrid participando en un curso sobre Técnicas de Evaluación de la Seguridad de las Centrales Nucleares. Aunque era en España, se impartía completamente en Inglés. Curioso era que los que recibíamos las conferencias proveníamos, en la mayoría, de países con plantas de tecnología soviética, mientras los conferencistas venían del llamado “occidente”, incluyendo a un japonés.
La formación, que duraba unas tres semanas, se venía realizando hacía ya algunos años en la Avenida Complutense 40, sede principal del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT). Como parte del programa, los organizadores incluían una visita a la Central Nuclear de Trillo, la más cercana a la capital. Pero esta vez, para variar, escogieron visitar la de Ascó, en Tarragona. Valió la pena el viaje de más de quinientos kilómetros en ómnibus para recorrer y conocer la hermosa e imponente instalación, donde fuimos amablemente atendidos por su personal.
Precisamente, un incidente ocurrido el pasado 11 de noviembre en la central catalana, ha vuelto a poner sobre el tapete la necesidad de replantearse el cierre de las centrales nucleares en España. El Reactor II tuvo una parada imprevista, mientras el Reactor I se encontraba también detenido en medio de una recarga de combustible. Esta condición se mantuvo durante varias semanas en las que las energías eólicas y fotovoltaicas incrementaron sus aportes y lograron estabilizar la generación eléctrica.
Pero los días 11 y 12 de diciembre, el viento apenas sopló y las nubes ocultaron el sol. La entrada en servicio de las tecnologías de respaldo no fue suficiente y se tuvo que recurrir a la interrupción del suministro eléctrico a la gran industria. Durante casi tres horas, una parte notable de las fábricas españolas se vio obligada a parar o ajustar sus operaciones. Este parón de la actividad industrial, fue el tercero en un año; probablemente se hubiese evitado de estar en funcionamiento los reactores de Ascó.
Una combinación de factores ambientales, de seguridad, económicos, sociales y políticos, enmarcados en una visión de futuro de un sistema energético más sostenible y basado en fuentes renovables, han conducido a que España establezca un calendario progresivo para la clausura de todas las plantas nucleares operativas. Comenzando por las más antiguas y finalizando a mediados de la década de 2030.
Existe una considerable incertidumbre sobre la viabilidad de que España cierre sus centrales nucleares dentro del plazo previsto, sin comprometer la estabilidad del suministro eléctrico. Las principales dudas radican en la capacidad de las energías renovables para reemplazar de forma fiable y constante la potencia base que actualmente proporcionan las nucleares, especialmente en momentos de baja producción eólica o solar. Además, se cuestiona si la infraestructura de almacenamiento energético y las redes de transmisión estarán suficientemente desarrolladas para gestionar la intermitencia de las renovables y garantizar un suministro continuo y asequible para la demanda nacional, generando preocupación sobre posibles picos de precio y la dependencia de fuentes de energía externas.

