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Aunque en los registros del Organismo Internacional de Energía Atómica la cancelación de la Central Nuclear Juraguá aparece con fecha 5 de septiembre de 1992; lo cierto es que los trabajos no se detuvieron ese día después del discurso de Fidel Castro. Tanto Cuba como Rusia mantuvieron el interés en continuar la obra. En ese momento se utilizaba el término “paralización temporal”.

Tan solo al año siguiente, Moscú adelantó $30 millones para la conservación de los materiales y equipos almacenados en el lugar, hasta que la construcción pudiera ser reanudada en una fecha posterior. Con la asesoría de las Fuerzas Armadas, el personal que laboraba en la central emprendió un programa para proteger la instalación de las duras condiciones climáticas del trópico y evitar su deterioro.

Los componentes almacenados fueron cubiertos con grasa de conservación y empacados en nailon. Las superficies metálicas expuestas recibieron protección anticorrosiva. A los grandes equipos, que se encontraban a cielo abierto, se les construyeron casetas cerradas con ventilación forzada y control de humedad.

Ese dinero se aprovechó también para pagar el montaje de algunos de esos grandes equipos que ya se encontraban en el sitio. Una brigada de exsoviéticos, en su mayoría ucranianos, permaneció en la obra realizando los voluminosos, complejos y precisos trabajos.

Nunca en Cuba se habían ejecutado montajes de esa magnitud. Los trabajos se preparaban detalladamente. Se construían dispositivos especiales para el acarreo, el izaje y la colocación de los aparatos. Ya la cúpula del edificio del reactor 1 se había cerrado. Los equipos se acarreaban hasta el corredor de transporte; donde eran alzados por la grúa polar y luego arrastrados por los estrechos corredores con el empleo de rieles y polipastos, hacia su ubicación, según el proyecto. El montaje de un solo equipo podía durar días o semanas.

De esa manera, los condensadores borboteadores, el presurizador, las válvulas principales de circulación y los seis generadores de vapor terminaron dentro del edificio del reactor 1. La esperanza de los que dirigían la inversión en esos años era que mientras más adelantada estuviera la ejecución, más probable sería la decisión de terminar la unidad.

En 1994, se creó una Comisión de Negociaciones con el fin de realizar un estudio de factibilidad y buscar terceros países interesados en aportar financiamiento para completar la planta. Así manifestaron su interés y participaron en el estudio firmas de Alemania, Gran Bretaña, Italia y Brasil. Sin embargo (o más bien a causa del embargo), la entrada en vigor de la Ley Helms Burton en 1996, que prometía retirar la asistencia asignada por Estados Unidos a cualquier país que apoyara la continuación de la central, terminó por desalentarlos.

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Con la elección en 1999 de Vladímir Putin como presidente de Rusia, comenzó una mejoría de las relaciones entre los dos países. En diciembre de 2000, Putin visitó Cuba y ofreció terminar el reactor 1 invirtiendo 800 millones de dólares en el transcurso de seis años, pero posteriormente Fidel Castro anunció que Cuba ya no estaba interesada en completar la planta.